Comentario
En que se trata el descubrimiento de las Indias y de algunas cosas que en los principios de su descubrimiento se hicieron y de las que agora son
Pasado habían mil y cuatrocientos y noventa y dos años que la princesa de la vida, gloriosa virgen María, Señora nuestra, parió el unigénito Hijo de Dios, cuando, reinando en España los católicos reyes don Fernando y doña Isabel, de gloriosa memoria, el memorable Cristóbal Colón salió de España con tres carabelas y noventa españoles, que los dichos reyes le mandaron dar. Y navegando mil y doscientas leguas por el ancho mar Océano la vía del poniente, descubrió la isla Española, donde agora es la ciudad de Santo Domingo. Y de allí se descubrió la isla de Cuba, San Juan de Puerto Rico, Yucatán, Tierra Firme y la Nueva España, y las provincias de Guatimala y Nicaragua, y otras muchas, hasta la Florida; y después el gran reino del Perú, Río de la Plata y estrecho de Magallanes; habiendo pasado tantos tiempos y años que en España de tan gran grandeza de tierra no se supo ni della se tuvo noticia. En cuya navegación y descubrimiento de tantas tierras, el prudente lector podrá considerar cuántos trabajos, hambre y sed, temores, peligros y muertes los españoles pasaron; cuánto derramamiento de sangre y vidas suyas costó. Lo cual todo, así los Reyes Católicos, como la real majestad del invictísimo césar don Carlos, quinto emperador deste nombre, rey y señor nuestro, han permitido y tenido por bien por que la doctrina de Jesucristo y la predicación de su santo Evangelio por todas partes del mundo se extienda y la santa fe nuestra sea ensalzada. Cuya voluntad, así a los ya dichos Reyes Católicos como de su majestad, ha sido y es que gran cuidado se tuviese de la conversión de las gentes de todas aquellas provincias y reinos, porque éste era su principal intento; y que los gobernadores, capitanes y descubridores, con celo de cristiandad, les hiciesen el tratamiento que como a prójimos se debía; y puesto que la voluntad de su majestad ésta es y fue, algunos de los gobernadores y capitanes lo miraron siniestramente, haciendo a los indios muchas vejaciones y males, y los indios, por defenderse, se ponían en armas y mataron a muchos cristianos y algunos capitanes. Lo cual fue causa que estos indios padecieran crueles tormentos, quemándolos y dándoles otras recias muertes. No dejo yo de tener que, como los juicios de Dios sean muy justos, permitió que estas gentes, estando tan apartadas de España, padeciesen de los españoles tantos males; pudo ser que su dicha justicia lo permitiese por sus pecados, y de sus pasados, que debían ser muchos, como aquellos que carecían de fe. Ni tampoco afirmo que estos males que en los indios se hacían eran por todos los cristianos; porque yo sé y vi muchas veces hacer a los indios buenos tratamientos por hombres templados y temerosos de Dios; porque si algunos enfermaban, los curaban y sangraban ellos mismos, y les hacían otras obras de caridad; y la bondad y misericordia de Dios, que no permite mal alguno de que no saque los bienes que tiene determinado, ha sacado destos males muchos y señalados bienes, por haber venido tanto número de gentes al conoscimiento de nuestra santa fe católica y estar en camino para poderse salvar. Pues sabiendo su majestad de los daños que los indios recibían, siendo informado dello y de lo que convenía al servicio de Dios y suyo y a la buena gobernación de aquestas partes, ha tenido por bien de poner visorreyes y audiencias, con presidentes y oidores; con lo cual los indios parece han resucitado y cesado sus males. De manera que ningún español, por muy alto que sea, les osa hacer agravio. Porque, demás de los obispos, religiosos, clérigos y frailes que con tino su majestad provee, muy suficientes para enseñar a los indios la doctrina de la santa fe y administración de los santos sacramentos, en estas audiencias hay varones doctos y de gran cristiandad que castigan a aquellos que a los indios hacen fuerza y maltratamiento y demasía alguna. Así que ya en este tiempo no hay quien ose hacerles enojo y son en la mayor parte de aquellos reinos señores de sus haciendas y personas, como los mismos españoles, y cada pueblo está tasado moderadamente lo que ha de dar de tributo. Acuérdome que estando yo en la provincia de Jauja pocos años ha, me dijeron los indios, con harto contento y alegría: "Este es tiempo alegre, bueno, semejable al de Topainga Yupangue". Este era un rey que ellos tuvieron antiguamente muy piadoso. Cierto, desto todos los que somos cristianos nos debemos alegrar y dar gracias a nuestro Señor Dios, que en tanta grandeza y tierra, y tan apartada de nuestra España y de toda Europa, haya tanta justicia y tan buena gobernación; y juntamente con esto, ver que en todas partes hay templos y casas de oración donde el todopoderoso Dios es alabado y servido y el demonio alanzado y vituperado y abatido; y derribados los lugares que para su culto estaban hechos tantos tiempos había, agora estar puestas cruces, insignias de nuestra salvación, y los ídolos y simulacros quebrados, y los demonios, con temor, huídos y atemorizados. Y que el sacro Evangelio es predicado y poderosamente va volando de levante en poniente y de septentrión al mediodía, para que todas naciones y gentes reconozcan y alaben un solo Dios y Señor.